jueves, 21 de febrero de 2013

Rayuela, cap. 68, Julio Cortázar


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sústalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

martes, 19 de febrero de 2013

Voltaire


Siempre perdono a los débiles y soy inflexible con la maldad... Los hombres, en general, son tan traicioneros, tan envidiosos y tan crueles que resulta reconfortante encontrar uno que sea meramente débil.

lunes, 18 de febrero de 2013

Elegía menor, 1980, José Ángel Valente


El viernes,
treinta y uno de octubre
de este año cualquiera,
una mujer saltó
del puente de Vessy al río
Arve.
            Su cuerpo fue recuperado
por los hombres del puesto permanente.

El otoño asciende en avenidas,
procesional y enorme, hasta los bordes
amarillos del aire.

Salud, hermana.
                             En la noticia anónima
no te acompañan deudos
ni cercanos amigos.
                                  Sólo un rastro
de soledad arrastran sin tu cuerpo
los dolorosos ríos.

El poeta es un fingidor, Fernando Pessoa


El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que en verdad siente,
Y, en el dolor que han leído,
a leer sus lectores vienen,
no los dos que él ha tenido,
sino sólo el que no tienen.
Y así en la vida se mete,
distrayendo a la razón,
y gira , el tren de juguete
que se llama corazón.

Vidas paralelas: Alejandro, Plutarco


Trajo un Tésalo llamado Filonico el caballo Bucéfalo para venderlo a Filipo en trece talentos, y, habiendo bajado a un descampado para probarlo, pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ni sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban a Filipo, sino que a todos se les ponía de manos. Desagradóle a Filipo, y dio orden de que se lo llevaran por ser fiero e indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente: “¡Qué caballo pierden- dijo-, sólo por no tener conocimiento ni resolución para manejarle!” Filipo al principio calló; mas habiéndolo repetido, lastimándose de ello muchas veces: “Increpas- le replicó- a los que tienen más años que tú, como si supieras o pudieras manejar mejor el caballo”; a lo que contestó: “Este ya se ve que lo manejaré mejor que nadie”. “Si no salieres con tu intento- continuó el padre- ¿cuál ha de ser la pena de tu temeridad?” “Por Júpiter- dijo-, pagaré el precio del caballo”. Echáronse a reír, y, convenidos en la cantidad, marchó al punto adonde estaba el caballo, tomóle por las riendas y, volviéndole, le puso frente al sol, pensando, según parece, que el caballo, por ver su sombra, que caía y se movía junto a sí, era por lo que se inquietaba. Pasóle después la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenía fuego y bríos, se quitó poco a poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un salto montó en él sin dificultad. Tiró un poco al principio del freno, y sin castigarle ni aun tocarle le hizo estarse quedo. Cuando ya vio que no ofrecía riesgo, aunque hervía por correr, le dio rienda y le agitó usando de voz fuerte y aplicándole los talones. Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dio la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demás prorrumpieron en voces de aclamación; mas del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó: “Busca, hijo mío- le dijo-, un reino igual a ti, porque en la Macedonia no cabes”.

Anónimo japonés


¿El mundo
siempre fue así
o ahora
se ha vuelto
solo por mí tan triste?

domingo, 17 de febrero de 2013

El crimen, José Ángel Valente

Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.

Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.

La noticia se divulga
con relativo sigilo.

El doctor estuvo brillante, pero
el interrogatorio ha sido
confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada de portera,
dijo
que el muerto no tenía
antecedentes políticos.
Es una obsesión que la persigue
desde la muerte del marido.)

Por mi parte no tengo
nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.

Sencillamente yazgo
aquí, con un cuchillo...
Oscila, pendular y
solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie
ha consumado mi homicidio


Fragmentos de un evangelio apócrifo, Jorge Luis Borges


3. Desdichado el pobre de espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.
4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.
5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.
6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.
7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.
8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.
9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.
10. Bienaventurados los que no tiene hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.
11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.
12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.
13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.
14. Nadie es la sal de la tierra; nadie, en algún momento de su vida, no lo es.
15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.
16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.
17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa.
18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.
20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.
24. No exageres el culto de la verdad: no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.
25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.
26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.
27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.
28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.
29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.
30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.
31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.
32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.
33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.
34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar.
39. La puerta es la que elige, no el hombre.
40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.
41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…
47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.
49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.
50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.
51. Felices los felices.

Friederich Nietzsche


Y he de aprender aún a acercarme a ti con mayor modestia; demasiado impetuoso va aún hacia ti mi corazón.

....

Con múltiple espejo captaba yo aun su mirada cuando su boca estaba cerrada, para que me hablaran sus ojos. Y sus ojos me hablaban, en efecto.

....

No pocas veces ya he dicho adiós; conozco las horas desgarradoras de la despedida.

.....

La verdad es que amamos la vida, no porque estemos acostumbrados a ella, sino porque estamos acostumbrados al amor.

....

En el amor siempre hay algo de locura, mas en la locura siempre hay algo de razón.

..........

Apenas si me vino ella más que como un abrir y cerrar de ojos divinos, como instante

La armonía natural o no se puede andar violándola, Julio Cortázar



Un niño tenía trece dedos en cada mano, y sus tías lo pusieron en seguida al arpa, cosa de aprovechar las sobras y completar el profesorado en la mitad del tiempo que los pobres pentadígitos.
Con esto el niño llegó a tocar de tal manera que no había partitura que le bastara. Cuando empezó a producir conciertos era tan extraordinaria la cantidad de música que concentraba en el tiempo y el espacio con sus veintiséis dedos que los oyentes no podían seguirlo y acababan siempre retrasados, de modo que cuando el joven artisto liquidaba La fuente de Aretusa (transcripción) la pobre gente estaba todavía en el Tambourin Chinois (arreglo). Esto naturalmente creaba confusiones hórridas, pero todos reconocían que el niño tocaba-como-un-ángel.
Así pasó que los oyentes fieles, tales como los abonados a palcos y los críticos de los diarios, continuaron yendo a los conciertos del niño, tratando con toda buena voluntad de no quedarse atrás en el desarrollo del programa. Tanto escuchaban que a varios de ellos empezaron a crecerles orejas en la cara, y a cada nueva oreja que les crecía se acercaban un poco más a la música de los veintiséis dedos en el arpa. El inconveniente residía en que a la salida de la Wagneriana se producían desmayos por docena al ver aparecer a los oyentes con el semblante recubierto de orejas, y entonces el Intendente Municipal cortó por lo sano, y al niño lo pusieron en Impuestos Internos, sección mecanografía, donde trabajaba tan rápido que era un placer para sus jefes y la muerte para sus compañeros. En cuanto a la música, del salón en el ángulo oscuro, por su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo veíase el arpa.

martes, 12 de febrero de 2013

Taneda Santôka


ANTE LA MUERTE,
EL FRESCOR DEL VIENTO

Two english poems, Jorge Luis Borges (Original y traducción)





 Two english poems

I
The useless dawn finds me in a deserted streetcorner; I have outlived the night.
Nights are proud waves; darkblue topheavy waves laden with all the hues of deep spoil, laden with things unlikely and desirable.
Nights have a habit of mysterious gifts and refusals,of things half given away, half withheld,of joys with a dark hemisphere. Nights act that way, I tell you.
The surge, that night, left me the customary shreds and odd ends: some hated friends to chat with, music for dreams, and the smoking of bitter ashes. The things my hungry heart has no use for.
The big wave brought you.
Words, any words, your laughter; and you so lazily and incessantly beautiful. We talked and you have forgotten the words.
The shattering dawn finds me in a deserted street of my city.
Your profile turned away, the sounds that go to make your name, the lilt of your laughter: these are the illustrious toys you have left me.
I turn them over in the dawn, I lose them, I find them; I tell them to the few stray dogs and to the few stray stars of the dawn.
Your dark rich life ...
I must get at you, somehow; I put away those illustrious toys you have left me, I want your hidden look, your real smile - - that lonely, mocking smile your cool mirror knows.

II
What can I hold you with?
I offer you lean streets, desperate sunsets, the moon of the jagged suburbs.
I offer you the bitterness of a man who has looked long and long at the lonely moon.
I offer you my ancestors, my dead men, the ghosts that living men have honoured in bronze: my father's father killed in the frontier of Buenos Aires, two bullets through his lungs, bearded and dead, wrapped by his soldiers in the hide of a cow; my mother's grandfather - -just twentyfour-- heading a charge of three hundred men in Peru, now ghosts on vanished horses.
I offer you whatever insight my books may hold, whatever manliness or humour my life.
I offer you the loyalty of a man who has never been loyal.
I offer you that kernel of myself that I have saved, somehow - -the central heart that deals not in words, traffics not with dreams, and is untouched by time, by joy, by adversities.
I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, years before you were born.
I offer you explanations of yourself, theories about yourself, authentic and surprising news of yourself.
I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my heart; I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat.

TRADUCCIÓN.

a Beatriz Biblioni Webster de Bullrich
I
I

El alba inútil me sorprende en una esquina desierta; sobreviví a la noche.

Las noches son como olas orgullosas; olas azul oscuro, de pesadas crestas, cargadas con los tonos de profundos despojos, cargadas de improbables y deseables cosas.

Las noches acostumbran misteriosos dones y rechazos, de cosas que se dan por la mitad y a medias se retienen, de delicias que albergan un hemisferio oscuro. Así obra la noche, yo te digo.

La marea, esa noche, me dejó los jirones y retazos disjuntos de costumbre: algunas amistades que odio, para charlar; música para sueños; la humareda de cenizas amargas. Las cosas a las que mi corazón hambriento no puede hallarles uso. La gran ola te trajo.

Palabras y palabras, cualesquiera, tu risa; y vos tan perezosa e incesantemente bella. Hablamos, y olvidaste las palabras.

El alba destructora me encuentra en una calle desierta, en mi ciudad.

Tu perfil que se aleja, los sonidos que conforman tu nombre, la cadencia de tu risa: esos son los ilustres juguetes que dejaste para mí.

Los revuelvo en el alba, los pierdo, los encuentro; se los cuento a los escasos perros vagabundos y a las pocas estrellas vagabundas del alba.

Tu rica vida oscura…

Debo alcanzarte, de algún modo; aparto estos ilustres juguetes que dejaste para mi, quisiera tu mirada subrepticia, tu sonrisa real; esa sonrisa solitaria y mordaz que la frialdad de tu espejo conoce.

II

¿Con qué podría retenerte?

Te ofrezco esbeltas calles, puestas de sol desesperadas, la luna de suburbios mal cortados.

Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado largamente la luna solitaria.

Te ofrezco mis ancestros, mis muertos, los fantasmas que los vivos han honrado con bronce: al padre de mi padre que murió en la frontera de Buenos Aires con dos balas que atravesaron sus pulmones, barbado y muerto, a quien amortajaron sus soldados con una piel de vaca; a ese bisabuelo, de la línea materna, que comandó, con veinticuatro años, una ofensiva de trescientos hombres en el Perú, ahora sólo fantasmas sobre monturas desleídas.

Te ofrezco, sea cual fuere, la sapiencia que contengan mis libros, y la hombría y el humor que contenga mi vida.

Te ofrezco la lealtad de un hombre que jamás ha sido leal.

Te ofrezco el núcleo duro de mí mismo que he guardado, de algún modo; el corazón central que no comercia con palabras, no trafica con sueños, y no tocan el tiempo ni el placer ni las adversidades.

Te ofrezco la memoria de una rosa amarilla vista al atardecer algunos años antes de que nacieras.

Te ofrezco explicaciones de vos misma, teorías de vos misma, auténticas y sorprendentes noticias de vos misma.

Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre de mi corazón; intento sobornarte con incertidumbre, con peligro, con derrota.

Seducción, Friederich Nietzsche, versiones Víctor Botas

Para matar el tiempo tiró al aire
una palabra vana
y cayó una mujer.

......

(Otra versión)

Para matar el tiempo
dejó rodar
sus ojos
                 y
una mujer se fue enredando en ellos.

lunes, 11 de febrero de 2013

El cálculo, John Donne

Han pasado veinte años desde ayer
sin apenas creer que me dejaste;
cuarenta más pasaron, y viví
del recuerdo de aquel amor de antaño,
y durante cuarenta que siguieron
de esperanzas de que ibas a volver;
otro siglo se ahogó en mis propias lágrimas
y aventaron dos siglos más suspiros.
Luego pasó un milenio y nada hice;
nada pensé, no me ocupé de nada,
dedicado a pensar tan sólo en tí;
tampoco te olvidé en mil años más.
Pero a eso no llames larga vida,
ya que soy inmortal por estar muerto.
¿O crees que también mueren los fantasmas?

Rayuela, cap. 1, Julio Cortázar

Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente

Michelangelo Antonioni, Caetano Veloso



Visione del silenzio
Angolo vuoto
Pagina senza parole
Una lettera scritta
Sopra un viso
Di pietra e vapore
Amore
Inutile finestra
Traducción: 
 (Visión del silencio,
ángulo vacío,
página sin palabras,
una carta escrita sobre un rostro
de piedra y vapor:
Amor, ventana inútil)   
 
 
 

sábado, 9 de febrero de 2013

Omar Khayyam


Esta es la única certeza:
Peones somos de la misteriosa partida de ajedrez que juega Dios.
Nos mueve, nos detiene, nos eleva y nos arroja
después uno a uno al abismo de la Nada

jueves, 7 de febrero de 2013

José Ángel Valente. Fragmento II de “Cinco fragmentos para Antonio Tápies”

Mucha poesía ha sentido la tentación del silencio.  Porque el poema tiende por naturaleza al silencio. O lo contiene como materia natura. Poética: arte de la composición del silencio. Uno poema no existe si no se oye, antes que su palabra, su silencio.